Iglesia de San Juan Bautista

La iglesia: Conocida como la "Catedral de Arucas", constituye el fiel testimonio de los labrantes (canteros) locales y del empeño de un pueblo que vio erigir su templo de oración.

Como en otros lugares del mundo, algunos edificios se convierten en el símbolo identificativo de una ciudad. La iglesia de San Juan Bautista asume este papel emblemático dentro del municipio aruquense. Construida a mano, sin tecnología ni mecanización de ningún tipo, constituye el fiel testimonio de la habilidad de los labrantes y del empeño de un pueblo que vio erigir su templo de oración. La idea de levantar un nuevo recinto sacro, que fuese capaz de albergar a la creciente población, partió de Francisco Gourié Marrero y del párroco Francisco Cárdenes Herrera. Una vez aceptada la propuesta, todo el pueblo participó con solidaridad. La Junta directiva, constituida para ayudar en las diferentes tareas que exigía la creación de esta ingente obra, estaba compuesta por sus dos promotores y por diferentes personalidades de la ciudad. Dicha Junta aprueba el proyecto presentado por el arquitecto catalán Manuel Vega y March en 1908. Además, encarga la dirección de las obras al arquitecto Fernando Navarro.

La actual iglesia de San Juan Bautista se asienta sobre el mismo solar que ocupó la antigua parroquia, erigida el 18 de abril de 1515 por el obispo de Canarias don Fernando Vázquez de Arce. Este templo fue deteriorándose con el paso del tiempo y al hacerse insuficiente para albergar a la población aruquense de aquellos años, se procedió a su demolición en 1909 con el objetivo de construir la nueva iglesia.

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El templo comienza a construirse el 19 de Marzo de 1909, festividad de San José, abriéndose al culto en 1917. Sin embargo, las tareas arquitectónicas se prolongaron hasta casi sesenta años después. El estilo elegido por Vega y March fue el neogótico, que le permitía hacer grandes alardes ornamentales.

La iglesia, de planta centralizada, se eleva en dos cuerpos caracterizándose por sus cuatro fachadas que se enmarcan entre dos agudas torres. La fachada principal, orientada al norte, da hacia la Plaza de San Juan. No obstante, el interior se dispone en función de la zona de acceso situada en la cara oeste (c/Párroco Cárdenes), consiguiendo así una mayor longitudinalidad de la nave central. Con los mismos elementos constructivos se proyecta la fachada sur que mira al Parque de la Paz, en tanto que la este goza de menor significación (c/Federico Díaz Bertrana).

Si nos situamos en el frontis que da paso al interior del recinto sagrado, a ambos lados de la puerta principal se encuentran las inscripciones que señalan el inicio de las obras y el momento en que se abrió al culto.

Esta fachada consta de una gran portada integrada por arcos apuntados que se suceden en abocinamiento. Encima se proyecta una galería de ventanillos sobre la cual descansa un enorme rosetón de siete metros de diámetro.

Termina este conjunto con un hastial con hornacina en su centro y rematado por una cruz. Los límites de este cuerpo central lo marcan dos contrafuertes octogonales semi interiores.

Las ventanas saeteras que aparecen en distinto nivel, iluminan las escaleras de caracol. A su vez, la totalidad de la fachada queda custodiada por dos torres octogonales, la del Reloj (S-W) y la del Baptisterio (N-W).

Esta descripción puede aplicarse casi por completo a la fachada norte y sur. Tan sólo se diferencian por su mayor anchura, permitiendo la instalación de ventanales a cada lado.

Las imágenes que ocupan las hornacinas poseen diferente representación: la Virgen con el Niño (Sur), San José con el Niño (Oeste) y San Sebastián (Norte). Fueron realizadas en piedra blanca por el escultor Ramón Bastús.

En la fachada sur habría que añadir la diferencia que supuso la instalación de una torre-campanario de casi 60 metros de altura en el extremo sureste. Se compone de varios cuerpos decrecientes que se rematan con florón en su vértice. La dirección de las obras de esta torre-campanario fue llevada a cabo por el sucesor de Fernando Navarro, Rafael Massanet. En diciembre de 1930 se empezó a trabajar en los cimientos de la misma, hasta que en 1953 se paralizó la obra. Años más tarde, en 1962, se procedió a la colocación de la piedra simbólica con que se iniciaba la erección de la segunda fase de la torre campanario, quedando definitivamente coronada en 1977.

Por último, la cara este del templo recoge la cabecera semicircular y las dependencias secundarias de la parroquia. La configuración de esta enorme estructura pétrea y la belleza de su decoración se debió, como ya hemos aludido, a la laboriosidad de los labrantes. Un gran número de canteros, labrantes, peones y obreros participaron en las obras. Entre los labrantes más importantes, llamados "maestros de obras", sobresalen: Sebastián Quesada, Miguel Santana, Pedro Morales Déniz y Francisco Santana.

Interior
Interior

En el interior del templo se conserva un interesante legado artístico, que nos habla de la riqueza cultural mantenida con países como Italia y Flandes, además, de la originada en épocas recientes. La planta del edificio configura un cuadrado casi perfecto, al que se le ha añadido en el lado este, un semicírculo con función de deambulatorio y, en los lados norte y sur, unos estrechos rectángulos, donde se ubican las puertas laterales. Las tres naves se ven interrumpidas por un amplio transepto que refuerza el centralismo del inmueble, así como la tribuna que recorre la parte superior.

Las vidrieras son un elemento notorio de la edificación. La luz, al atravesar su superficie cristalina, se transforma en reflejos irisados que confunden los espacios y nos hacen respirar una atmósfera sagrada. Su instalación, emprendida entre 1916 y 1928, se debió a las relaciones que mantuvo Francisco Gourié con la casa francesaMaumejean et Fréres. Una gran expectación giró en torno a ellas, ya que la iglesia de San Juan Bautista fue la primera iglesia de Gran Canaria que lució vidrieras de esta firma francesa. La mayoría de los vitrales fueron adquiridos por diferentes grupos sociales, de ahí, que se representen en algunos de ellos los santos patronos de sus donantes. Narran las enseñanzas religiosas pero, sobre todo, son el testimonio del bienestar económico de la sociedad del momento.

Entre las obras artísticas que conserva la iglesia cabe destacar el Cristo Crucificado que preside el altar Mayor. Data de finales del siglo XVI y su serenidad clásica refleja una factura italiana. Comenzando desde la entrada a mano derecha, está la capilla del Carmen, incluida en la torre del Reloj. La bóveda se cierra con nervaduras que confluyen en una especie de estrella que funciona como clave central. La iluminación proviene de las vidrieras en donde se representa, entre otros, a la Virgen del Carmen y al padre D. Antonio María Claret, sin aureola, para recordar su visita a Arucas en 1848. En el suelo reposan los restos del párroco Francisco Cárdenes como homenaje a su ferviente labor en la ejecución del templo. Es el único personaje que ha tenido semejante honor.

El retablo principal de estilo neogótico entroniza la imagen de la Virgen del Carmen, que se sustenta sobre una nube a modo de peana. A cada lado se establecen dos pequeños pedestales ocupados por San Elías con la espada (lado izquierdo), iconografía poco frecuente en las Islas, y Santa Teresa (lado derecho). En la capilla de San Juan Bautista, de trazado rectangular, está el santo sobre un pequeño altar. Esta imagen fue tallada en Málaga y se expuso a la pública veneración el domingo 23 de junio de 1848. Cruzando la puerta lateral llegamos a la capilla del Sagrado Corazón de Jesús, en donde se ubica el Sagrario, además de esta imagen. A los lados del Sagrario, de delicada orfebrería, se instalan en dos hornacinas neogóticas las tallas de Santa Lucía y San Sebastián. Santa Lucía, de dimensiones más reducidas que el natural, presenta en una mano la bandeja que contiene los signos de su martirio. Llama la atención la exquisitez de los motivos florales en pan de oro que adornan su vestimenta. A la agitación ocasionada por los pliegues de los paños, se contrapone la serenidad altiva de su rostro. Se ha barajado la posibilidad de que sea obra de un discípulo del escultor canario José Luján Pérez (1756-1815). Vino a corroborar esta idea la presencia del imaginero trabajando en la zona hacia 1793. También, se pensó que la obra pudo ser restaurada, e incluso, ejecutada por algún discípulo suyo. No obstante, aún es necesario realizar estudios para confirmar la información.

Frente a Santa Lucía se encuentra la imagen de San Sebastián. Se representa al santo en el momento de su martirio, atado a un tronco y atravesado por las flechas. Sin embargo, su semblanza más que expresar el dolor del instante, refleja una quietud melancólica. Sin duda alguna, esta escultura procede de la escuela andaluza, posiblemente sevillana de mediados del siglo XVII. Su primera morada fue la segunda ermita de San Sebastián (ya desaparecida y que estuvo situada en la actual Plaza de la Constitución).

Continuando en la misma dirección, iniciamos el tramo del deambulatorio que rodea al altar Mayor. Aquí se ubica la sacristía, que custodia numerosas piezas de orfebrería desde el siglo XVI hasta nuestros días. Junto a la misma, dos capillas cerradas están ocupadas por las imágenes de San José con el Niño y Cristo atado a la columna.

En la parte central del deambulatorio se abre la capilla dedicada a la Pasión de Cristo, formando un semiábside con cristalera. El motivo pictórico es la Degollación de San Juan Bautista. La mayor significación del conjunto determina que la escena se organice en toda la superficie de la cristalera que, ahora, se integra en un espacio rectangular dividido en tres zonas por arcos trilobulados. Fue donada por Francisco Gourié. A los pies del vitral se dispone un retablo neogótico, que cuenta con cuatro imágenes relacionadas con el tema de la Pasión de Cristo, así como con recuadros de mármol blanco, que representan las escenas de la Oración en el huerto, Cristo ante Pilato y la Última Cena. Las dos primeras esculturas, que responden al Nazareno y a la Verónica, son de candelero y datan del siglo XVIII. Fueron pedidas por iniciativa del ayudante Francisco Reyes, quien consiguió el dinero necesario para realizarlas a través de recaudación popular. Con estas dos imágenes se celebró en la Villa la primera procesión del Paso, el 29 de marzo de 1741, el día del Jueves Santo. Las efigies de Ntra. Sra. de los Dolores y de San Juan Evangelista fueron trabajadas por el escultor Silvestre Bello Artiles, en 1852, la primera, y en 1853, la segunda. Ambas se expusieron a la veneración pública durante la Semana Santa.

Frente al retablo neogótico que alberga a las citadas imágenes se encuentra la bella escultura del Cristo Yacente, obra del insigne escultor aruquense, Manuel Ramos González (1899-1971). En la misma parroquia donde fue bautizado nos dejó una de las mejores tallas de su larga producción artística. El modo de tallar de Manolo Ramos es, ante todo, figurativo. Busca siempre los motivos en los que pueda dar rienda suelta a los violentos movimientos y posiciones para el cuerpo humano. Cultivó con igual profusión los temas de carácter religioso y profano. Dentro de los temas profanos abundan los retratos, los desnudos y, en menor medida, los temas raciales, los niños, las maternidades y los animales. En el tratamiento de los desnudos se muestra como un gran conocedor del cuerpo humano, como ocurre en el Cristo yacente que nos ocupa. Realizado en madera, hacia 1940, destaca por la elegancia de sus líneas y el poder expresivo de su cabeza. La agitación de la melena queda contrastada con la calma del rostro, ligeramente afectado por la posición de la boca entreabierta. En esta conmovedora obra, podemos admirar la armonía entre la naturaleza humana y la naturaleza divina.

Las dos capillas adyacentes contienen las imágenes de Jesús montado en la burrita y la Virgen de Fátima. En la capilla del Rosario, ubicada en la torre noreste, está la talla de dicha Virgen. Fue realizada por el escultor canario Juan Manuel de Silva. Utilizó para esta efigie la madera de un ciprés arrancado de la huerta del convento dominico de San Pedro Mártir de Las Palmas de Gran Canaria. Se comenzó a darle culto el domingo 2 de febrero de 1727. De gran belleza es también el relicario en donde se sitúa la imagen. Destacan los relieves cromatizados que aparecen en las tablas laterales del tríptico. En la pala izquierda se representa la escena de la Visitación de María a su prima Isabel y la Anunciación. La pala derecha comprende la escena de La bajada de la Cruz y el Nacimiento de Cristo. Se observa en los relieves cierta reminiscencia flamenca e italiana.

En un extremo del altar, se aloja la figura de San Luis Gonzaga, que fue comprada por el coadjuntor Juan Francisco González a mediados de 1892. Prosiguiendo con el recorrido llegamos a la Capilla de San Blas, representado en la vidriera y en la escultura central. A los lados se disponen las imágenes de San Nicolás de Bari (izquierda) y San Cayetano (derecha), ambas de dimensiones reducidas, pudiendo datar de finales del siglo XVII y principios del XVIII. Con una cronología semejante, podría ser la curiosa estatuilla barroca de San Miguel pisando al diablo, vestida con tela encolada.

La capilla de San Francisco de Asís está arropada por el único retablo barroco de la iglesia, probablemente del siglo XVIII. Dividido en dos partes iguales, sobresale por las columnas salomónicas y los estípites con angelotes en la parte superior. También destaca las dos tablas pintadas al óleo en las que se representan a San Joaquín, en lado izquierdo y su esposa, Santa Ana, en el opuesto. La técnica pictórica empleada es el tenebrismo, caracterizada por el claroscuro. En las hornacinas del retablo se alojan San Francisco de Asís, en estado de éxtasis y San Antonio de Padua con el Niño. Entre ambas piezas del retablo se dispone un cuadro de Ánimas pintado al óleo, probablemente de origen sevillano. El tema del Purgatorio arraiga en las Islas durante el siglo XVI y XVII, motivo por el cual hay un interés especial por esta representación en aquellos momentos. En este cuadro se muestran dos planos divididos por la imagen central del Arcángel San Miguel, que delibera sobre el destino de las almas. En la parte superior está la Gloria, situándose en el eje principal la Trinidad. El Purgatorio, en segundo plano, ocupa la parte inferior y se figura por medio de las llamas, donde las ánimas extienden sus manos implorantes hacia el arcángel intercesor.

El último punto del recorrido nos llega con la capilla del Baptisterio. En el interior de la misma se guardan importantes piezas artísticas que recomendaban el cierre con rejas de la capilla. En la zona central, sobre un escalón circular, hay una pila bautismal realizada en 1862 por el maestro carpintero Domingo Benavides. La piedra empleada se extrajo de las canteras del Lomo de Tomás de León. La madera que se encontraba en los pies de la misma era de caoba fina procedente de la Perla de las Antillas (Cuba). Siguiendo la sucesión de los paramentos, de izquierda a derecha, se disponen diversas pinturas y piezas escultóricas. De entre éstas cabe destacar la primera talla de San Juan Bautista (s. XVI) y el busto de La Dolorosa, que recientemente restaurado, refleja en todo su esplendor un dolor contenido. Esta imagen, originariamente de propiedad privada, fue donada por el médico Manuel González y González a la Parroquia el 14 de octubre de 1876. Según el profesor Juan S. López, esta escultura, por su iconografia, está dentro de las características propias de las Dolorosas granadinas, por lo que podría atribuirse al círculo del escultor Pedro de Mena. En este caso, se trata de un "busto prolongado con brazos y su composición tiende a la simetría". El rostro ovalado, la mirada algo caída y la boca entreabierta, contribuyen a dar a la obra un aire melancólico de los rasgos, que se repite en la producción artística de Pedro de Mena en la posición de las manos trenzadas. En cuanto a las pinturas, tres joyas engalonan las paredes. Nos referimos a las obras del pintor canario, Cristóbal Hernández de Quintana (1651-1725). Su estilo pictórico se incluye dentro del Barroco, no sólo en razón de su cronología sino también por el contraste tenebrista existente en sus cuadros. Así, por ejemplo, en la tabla que representa a la Virgen con el Niño, las figuras emergen de un fondo oscuro, indefinido. Sin embargo, en el cuadro contiguo de San José con el Niño, se percibe una arquitectura y un paisaje azulado que actúan como punto de fuga. De gran belleza son los marcos dorados con formas ovaladas que enmarcan a ambas tablas.

El cuadro de la Sagrada Familia es el que tiene mayores dimensiones. Presenta rasgos más arcaizantes en cuanto a la consecución de la volumetría y la expresividad de los rostros, menos cálidos que los anteriores. El resto de las pinturas anónimas se unen al estilo Barroco. Destaca una tabla de la escuela flamenca del siglo XVI con el tema de la Natividad; una pintura sobre cobre, con recuerdos flamencos e italianos, cuyo motivo central es la Presentación de la Virgen en el templo (XVII) y una bellísima Madonna con el Niño.

En resumen, la iglesia de San Juan Bautista merece ser visitada, no sólo por la grandiosidad de su estructura pétrea que, en muchas ocasiones, ha provocado que la llamen "catedral", sino también, por la riqueza artística que atesora.

Guía Histórico Artística de Arucas © Alicia Hernández Padrón

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